POLÍTICA Y GENTE

Por Pedro García

Con su acostumbrada temeridad, AMLO “apuesta” su resto con su persistente rechazo a todas las reformas de Peña, la más reciente es la educativa.
López Obrador hace apuestas como si fuese un desesperado, no del que lidera en las intenciones de voto y que se conduciría metódico, esperando solamente el desenlace final: 1 de julio.
Esta semana volvió a provocar una andanada de ataques en su contra por parte de todos sus rivales en contienda, de organizaciones patrocinadas por el sector privado, cúpulas empresariales y articulistas de los medios de prensa.
López Obrador tiene en su contra a prácticamente todos los sectores proclives al mantenimiento del rumbo del país.
Como consecuencia de lo anterior, el candidato de Juntos Haremos Historia va a tener -otra vez- a todos en su contra en el próximo debate, amén de que en las discusiones habrá participación de ciudadanos con derecho a formular preguntas a los aspirantes.
El domingo, estimo, Obrador tendrá que presentar “pelea” y debatir con amplitud de argumentos porque su parquedad en las propuestas, la falta de explicaciones de su oferta política y de gobierno, da lugar a que se le intente descalificar, como en el tema de la amnistía, por ejemplo.
AMLO tiene el problema de que, según lo visto hasta ahora, se le dificulta hilvanar sus conceptos. Veremos si da una sorpresa.
Sus rivales le volverán a tundir con el tema de la reforma educativa y lo pondrán contra las cuerdas.
En días pasados, pregunté a la dirigente nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky si en el segundo debate veríamos a un Obrador distinto y respondió que no sabía cual sería la estrategia, y se limitó a decirnos que AMLO no “les levantaría el raiting” a sus rivales. Lo que eso signifique.
AMLO sigue muy confiado en los augurios que le dan las encuestas, sin embargo, esa situación puede variar si no empuja su estrategia para afianzar las probabilidades de triunfo.
El candidato de Juntos Haremos Historia y sus asesores deben ya considerar un panorama en donde Margarita Zavala y Anaya o Anaya y Margarita, acuerden una alianza de facto, con todo el odio de Calderón hacia el llamado “joven maravilla”.
En el pragmatismo político todo es posible. Y más si las fuerzas ortodoxas que lidera Peña Nieto imponen su influencia y consiguen la integración de un “frente” electorero informal, dirigido a derrotar a Obrador.
El resultado del debate del domingo, considero, podría ser crucial para las elecciones del 1 de julio.

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